Este es un libro que no requiere introducción alguna, pues de su autor muchos comentarios se han hecho.
Hay unos cuantos que consideran presuntuoso su estilo de narrativa, otros que por la sencillez con que se expresa dudan de su valor literario, tampoco faltan aquellos que lo sitúan dentro del género de “autoayuda”, sea como sea, para bien o para mal, Paulo Coelho es un escritor que merece la pena de ser leído, aun cuando tan solo sea con el pretexto de formarnos una opinión propia.
Desde las primeras líneas, la trama promete ser cautivadora –como de hecho lo es- mezclando un poco de historia con anécdotas reales… ¿o no?
Y en resumidas cuentas se traduce en lo siguiente:
La búsqueda de un hombre por el poder, cristalizado en la forma de una espada, que guiado por su maestro de nombre Petrus, aprende las distintas prácticas de la “Tradición”, mientras recorre el mítico Camino de Santiago de Compostela.Pero más allá de lo que esa breve sinopsis pudiera desvelar, con este libro podemos entender y reconciliar a caso el concepto de lo mágico con lo religioso o divino, al tiempo que descubrimos los errores frecuentes en que cae el ser humano en su tránsito por aquello que en términos limitados podemos llamar vida.
Los dejo sin más con un pequeño fragmento, que particularmente tuvo un gran impacto en mí y espero que se den la oportunidad de leer este libro, les prometo que no se arrepentirán…¡Saludos y gracias por la invitación!
(…)
“El Buen Combate es aquel entablado en nombre de nuestros sueños. Cuando explotan dentro de nosotros, con todo su vigor, en la juventud, tenemos mucho coraje pero todavía no hemos aprendido a luchar. Después de mucho esfuerzo, hemos aprendido a luchar pero ya no tenemos el mismo coraje para combatir. Por eso, nos volvemos contra nosotros mismos y pasamos a ser nuestro propio peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles, difíciles de realizar o fruto de nuestra ignorancia de de las realidades de la vida. Matamos nuestros sueños porque tenemos miedo de entablar el Buen Combate.
El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo. Las personas más ocupadas que he conocido en la vida siempre tenían tiempo para todo. Las que nada hacían estaban siempre cansadas, no conseguían realizar el poco trabajo que tenían y se quejaban constantemente de que el día era demasiado corto. En verdad, tenían miedo de enfrentarse con el Buen Combate.
El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras certezas. Porque no queremos considerar la vida como una gran aventura para ser vivida. Pasamos a juzgarnos sabios, justos, correctos en lo poco que pedimos de la existencia. Miramos más allá de las murallas y escuchamos el ruido de las lanzas que se rompen, el olor de sudor y de pólvora, las grandes caídas y las miradas sedientas de conquistas de los guerreros. Pero nunca notamos la alegría, la inmensa alegría que está en el corazón del que está luchando, porque para ellos no importan ni la victoria ni la derrota, importa sólo participar del Buen Combate.
Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Creemos entonces que ya estamos maduros; abandonamos las fantasías de la infancia y conseguimos realizarnos personal y profesionalmente. Nos sorprendemos cuando alguien de nuestra edad dice que quiere todavía esto o aquello de la vida. Pero en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros sueños, a entablar el Buen Combate.
Cuando renunciamos a nuestros sueños y encontramos la paz, tenemos un pequeño período de tranquilidad. Pero los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro de nosotros e infectan todo el ambiente en el que vivimos. Empezamos a ser crueles con los que nos rodean y finalmente pasamos a dirigir esta crueldad contra nosotros mismos. Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate – la decepción y la derrota – pasa a ser el único legado de nuestra cobardía. Y llega un bello día en que los sueños muertos y podridos vuelven el aire tan difícil de respirar que pasamos a desear la muerte, la muerte que nos libre de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de aquella terrible paz de las tardes de domingo.”
(…)
Algunas veces en la vida, nos encontramos en un Estado de ánimo especial que nos permite ser sensibles a ciertas palabras, tal vez estemos, cansados, agotados, enojados, o simplente las cosas no están resultando como uno las había planedo, por eso es importante levantar las antenas y ser perceptivos a palabras así, es cierto, llegamos a creer que la lucha iba a ser sencilla y descubrimos que NO lo es, eso no significa nada, la única derrota es permitir que mueran los sueños, o parafraseando, dar por perdida la batalla o el Buen Combate
ResponderEliminarSaludos!